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Una cabaña en Canadá que debería ser el ejemplo de arquitectura sostenible actual. Una escapada a la Costa da Morte en altura, y Jesús Terrés nos envía la cuarta postal cabañil 🌲🪵✨
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
El fin de semana pasado estuve en una cabaña en pleno corazón del Parque Nacional de Doñana (os hablé aquí de ella). Sin prácticamente cobertura, con sudadera por la noche, con unas pizzas caseras riquísimas, la lectura de ese libro pendiente (el hype del verano), y un olor único que solo dan los pinares del sur cuando paseas entre ellos. ¿El mejor plan si me preguntan? Por supuesto.
Yo para ser feliz pido poquito: una cabaña, un buen libro y sin teléfono.
Empezamos.
Recuerda que puedes escuchar en esta lista todas las canciones que salen cada semana en el club. Ponla en modo aleatorio, dale al play, y disfruta.
Un refugio compacto y pensado para adaptarse al paisaje denso, instalado en la cumbre más alta de Keats Island, la Columbia Británica canadiense. The Nest, diseñada por Daria Sheina Studio, ocupa un terreno abrupto entre bosque y roca. La estructura fue prefabricada en almacenes y ensamblada en dos días en el terreno —helicóptero mediante— y responde a las restricciones logísticas sin sacrificar la arquitectura.


El encargo nace de un boceto improvisado del cliente: dos volúmenes rotados, yuxtapuestos en un espacio interior de tres niveles. La idea del “nido” se interpreta más como un principio espacial que como una forma literal, para hacerla acogedora; gracias a los diferentes niveles de su estructura, se conecta con el exterior de diferentes maneras y te sientes protegido, fomentando esa sensación de pertenencia y recogimiento.
La vivienda funciona sin red eléctrica, totalmente off the grid y con una huella de carbono mínima: paneles solares, recogida de agua de lluvia, y un revestimiento de cedro rojo local que envejece a la perfección mimetizándose con el bosque. Una estrategia decidida hacia la autosuficiencia, tan necesaria en la actualidad: volviendo a conectar con la naturaleza.
En el interior, madera vista, sin tratar, suelo de linóleo verde y grandes ventanales que enmarcan el paisaje y le hacen formar parte de la decoración. Una distribución abierta y en diferentes plantas, que fluyen y están llenos de luz. Para mí, el lugar perfecto para practicar esa slow life.
Esta cabaña es una respuesta consciente al contexto y al propósito medioambiental; la economía de medios, el hecho de que sea prefabricada, el diseño integrado a la perfección con el paisaje… todo ello se convierte en un ejemplo de cómo debería ser la nueva arquitectura.
A mí, este proyecto me recuerda mucho a las casas de Andrew Geller, sobre todo a la Pearlroth House o la Hunt House, maravillosas.
A solo unos minutos de la cascada del Ézaro, en plena Costa da Morte, se encuentran las cabañas —en realidad son casi casas en el árbol— de madera del Mirador de Ézaro, suspendidas entre robles. Un paisaje espectacular que envuelve la experiencia, y que te desconecta de la rutina. Treehouses bien equipadas (incluido jacuzzi) en un entorno privilegiado. Una escapada de esas para vivir a cámara lenta las vacaciones.
Puedes reservar en su web.
Esta cabaña en Alaska es mi sueño este verano contra la ola de calor.
Cada semana, una persona escribirá una reflexión muy cabañil desde su rinconcito favorito, dejando que El Club de la cabaña salga al exterior. Hoy, Jesús Terrés, fan cabañil declarado, amante de los Alpes y la buena gastronomía, gran amigo de esta newsletter, escritor y editor de Nada Importa.
Pienso en mi refugio. Es inevitable trasladarme mentalmente (bueno, un vaso de Laprhoig ayuda bastante) a mis Highlands, las Tierras Altas de Escocia, ese lugar donde cada otoño es una religión, sus bosques una sinfonía de ocres, burdeos, naranjas, verde carruaje y rojo bermellón, las cortezas de los árboles parecen cubiertas de musgo y eternidad. La última vez fue —precisamente— en una cabaña frente al lago Fyne y un castillo en ruinas. Casi todo lo que me hace feliz estaba allí: madera de abedul, narcisos, galletas de mantequilla, jazz en vinilo, sopas calientes, tweets sobre las sillas, leña para el fuego y lana merina. Todas las tardes un old fashioned frente a la chimenea. Por las mañanas me despierta el canto de un mirlo negro. Estiro mi pierna, todavía entre las sábanas, ahí está Laura. Slan'che.




Pienso en mi refugio. Quizá no hace falta tanto, ni irse tan lejos, ni esperar hasta que mueran las hojas del almendro y la piel busque el abrigo de una mantita. Nuestra casita es también (quizá esencialmente es lo que es) un refugio: cada mañana muelo los granos de café, hace poquito reorganizamos la biblioteca —“casi toda mi vida está aquí” pensé al acabar, observando el orden sobre los anaqueles. Viajamos mucho. Cuando no, casi siempre cenamos prontito, casi siempre viendo una peli, casi siempre con Purrún (nuestra gatita sevillana adoptada) enroscada sobre mi regazo. Me ha costado una vida sentir que un hogar es mi hogar. Este lo es.
Pienso en mi refugio. Los gatos y Laura, las personas (son muy poquitas) que he elegido como mi familia. Mi mamá y mi hermana. Un libro o dos. Pasear de tanto en tanto frente al mar. En realidad no necesito más.
Sin Reservas (2007) es una de esas películas que o amas u odias —sobre todo por la actriz protagonista, que tiene muchos detractores—, pero para mí es, sin duda, de esas que disfruto sin más porque es comfort TV de la buena (y uno de esos guilty pleasures que no te avergüenza admitir, que yo ya, con mi edad, no tengo filtros).
Más allá del tópico del rom-com, tiene todos los ingredientes que me gustan: Nueva York, gastronomía, platos deliciosos, historia romántica… y hace de un sencillo plato de espaguetis con tomate, un refugio para Zoe, la sobrina de Kate (Catherine Zeta-Jones) —una aclamada chef neoyorquina— de la que se tiene que encargar cuando su hermana muere en un accidente.
A través de lo que pasa en una cocina, de sus platos, sus productos, del mercado, Zoe y Kate se adaptan a la nueva vida juntas, y se crea un vínculo —a través de la comida- muy bonito. Pero eh, que el toque de comedia romántica lo pone Nick (Aaron Eckhart) un sous chef con carácter, y muy italiano, que revoluciona su cocina (y su vida, claro está).
La podéis ver en Netflix (yo lo hice anoche).
Q preciosidad la postal cabañil de Jesús Terrés…enamorada d las Highlands, deseando volver
Ays, me encanta tu plan cabañil, yo estoy deseando ya coger las vacaciones, este año nos vamos a una casa rural en un pueblo de la Sierra de Gredos, ya me imagino paseando por allí entre montañas y ríos , me llevaré tu libro para esos ratos de ocio 😊