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Una cabaña en Estonia por la que han pasado siete generaciones de la misma familia. Una escapada a una treehouse en Girona y la casa Venturo, la aventura sostenible de Matti Suuronen.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Parece imposible escapar de eventos históricos. Cada día nuestras vidas parecen más una película apocalíptica, de esas con realidades distópicas (que empiezan a dejar de serlo), y seguro que esta segunda década de los 2000 va a quedar en los libros de historia como aquella en la que pasó de todo.
El lunes estaba en el estudio a las 12.30 esperando una videollamada. De repente, todo negro y las luces de emergencia se encendieron. Salí a ver si los arquitectos del local de al lado tenían luz. Estaban igual. Salimos a la calle y todo el barrio igual. De repente, mensajes de amigas en Madrid, Bilbao y Portugal, igual. Ahí nos empezamos a preocupar. Ellos se fueron a por sus hijos al colegio, yo a casa a ver si tenía suerte en casa y ponerle comida al gato (hasta para eso, dependiendo de la electricidad). Los teléfonos ardían en mensajes y llamadas. Conseguí hablar con mi padre un par de minutos y se cortó. Y desde la una y media, hasta la mañana siguiente, ya no pude contactar con ellos, no con nadie. Apagón total.
Como siempre, la radio es nuestra mejor amiga en momentos así. Yo soy de esas que escuchan la radio todos los días, así que es mi gran acompañante diaria. Las colas interminables para comprar transistores analógicos, la falta de efectivo, las linternas y pilas agotadas… Comentaba el martes por la mañana en Instagram que solemos romantizar mucho estas situaciones (en tono de humor, pero este meme de mi amiga Noemí refleja bastante lo que quiero decir). No me malinterpretes, pero para mí este apagón no tuvo nada de romántico, ni de “detox digital” como he leído en muchos sitios. No saber nada de tu familia, no tener casi información, tener a conocidos atrapados en ascensores… esa incertidumbre es matadora. Sobre todo cuando no sabes lo que sucede. Y de repente piensas, pues a lo mejor tenían razón en eso del kit de supervivencia.
Pero ya recuperados del caos del lunes (espero que todos bien) y todavía con un poco de susto y sorpresa metidos en el cuerpo, qué mejor que abrir la puerta de nuestra particular cabaña, hoy más que nunca, para desconectar diez minutos de toda la realidad abrumadora.
Empezamos.
Hace poco descubrí esta granja en Estonia inspirada en las cabañas más clásicas. A tres horas y media en coche de casi cualquier lugar habitado del país, en un lugar donde el entorno es el protagonista, lleno de bosques, lagos profundos y colinas de cereales.




La historia de esta cabaña tan peculiar se remonta a 1860, cuando las tierras se dividieron y los campesinos pudieron adquirir sus propias parcelas. Desde entonces, siete generaciones de la familia Põro han habitado aquí. Y hoy, el hecho de que tres de ellas sigan compartiendo la vida en este mismo espacio habla del prestigio ganado por esta casa a través del tiempo.
Fue Juta, la matriarca, quien impulsó la restauración de las granjas y graneros originales, inspirando con su ejemplo a las generaciones más jóvenes. Riin y Neeme decidieron seguir su legado construyendo una nueva casa sobre los muros originales de piedra del antiguo sótano. Estos muros guardaban un valor especial: según los mayores, allí se almacenaba la mermelada casera. El proyecto llevado a cabo por dos arquitectas locales tuvo como principal tarea respetar esa herencia y honrar a la memoria de esa vida rural, pero cubriendo las necesidades más actuales.




Pero claro, surgió una pregunta: ¿Cómo se podía incorporar esa capa más contemporánea sin perder la conexión con lo que existe? ¿Cómo lograr una vivienda compacta y práctica, fiel al estilo estonio, pero sin sacrificar el confort moderno? Y así nació esta cabaña de madera oscura en el exterior y cálida en el interior. Un ejemplo de construcción vernácula moderna hecha desde el cariño y lo artesano.
Puedes ver más sobre este precioso proyecto aquí y aquí.
Una escapada nacional con inspiración de bosque y casas de árbol. Esta treehouse está en Vidrà (Girona). Puede albergar hasta cuatro personas y está construida entre tres robles. Es ecológica y sostenible, se alimenta por energía solar y el agua proviene del río cercano.
Puedes reservar en Airbnb.
Max Ernst, La forêt (1928-1929). Óleo sobre lienzo.
Matti Suuronen fue el creador de aquellas famosas Futuro Houses, esas casas-ovni que se popularizaron en los setenta y de las que hablé muy al comienzo de esta newsletter.
Pero no solo se atrevió con ellas. En su afán por conseguir una vivienda prefabricada y económica, en 1971 diseñó la casa Venturo, una pequeña casa modular que fue pionera de las viviendas sostenibles. Producida en los años 70, esta vivienda refleja perfectamente el espíritu futurista de la época, y que ya había conseguido con las otras.
La estructura de la casa Venturo está fabricada principalmente en fibra de vidrio, lo que le confiere ligereza, resistencia y la posibilidad de adaptarse a diferentes terrenos y climas. Diseñada originalmente como una cabaña vacacional o alojamiento turístico, su interior de planta abierta cuenta con una distribución práctica, espacios funcionales y amplias ventanas que facilitan la conexión visual con el entorno natural.
A nivel estético destaca por sus líneas curvas, colores llamativos y una apariencia que recuerda a la ciencia ficción retro. Suuronen consolidó con este proyecto su idea de la vivienda del futuro: portátil, sostenible y estéticamente impactante.
Como curiosidad, en Altea hay una, convertida en en la Sede de Salvamento Marítimo de la Cruz Roja.
El otro día vi Uncle Yanco en Filmin, un corto de Agnès Varda rodado en 1967 en el que cuenta la historia de un familiar (Jean Varda, apodado Yanco), que vivía en un barco en San Francisco y era pintor. Una historia cortita, llena de esa personalidad única de Varda y que descubrí a través de este post de Instagram.
No solo por la curiosidad de la historia y la curiosidad de ver los cortos de la directora, sino por la cabañita acuática, merece la pena dedicar veinte minutos a esta pequeña obra de arte.