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Una residencia de artista en Islandia. La "cabaña del revés" de Andrew Geller en Fire Island, y una escapada a la campiña inglesa para esta Semana Santa.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Y de repente, dejó de llover y llegó la primavera. Y también muchas nuevas caras, una semana más, en el club. ¡Hola! Muchas habéis llegado desde la preciosa newsletter de Noe Olbés, que la semana pasada me hizo algunas preguntas sobre mis rutinas:
Te recuerdo que tienes las guías cabañiles de España y Portugal a precio reducido para planear tu escapada de Semana Santa. Es la primera guía de este tipo en español y ya sabes que está hecha con mucho cariño, que es digital y puedes llevarla donde quieras, por menos de lo que cuesta un café. Cada vez sois más los que la tenéis y me hace mucha ilusión pensar en vuestras mini-vacaciones en cabañas. Así que no lo dudes:
Empezamos.
En la costa oeste de Islandia, con vistas a la bahía de Breiðafjörður, una antigua granja en Skarðsströnd ha ido transformándose poco a poco en un espacio cultural. En ese conjunto de construcciones rehabilitadas —que hoy funcionan como galería, centro de residencia y casa de huéspedes— se suma ahora una nueva pieza: Nýp Atelier, un volumen compacto diseñado por Studio Bua.
El encargo fue sencillo: una cabaña de artistas que a la vez funcionara como vivienda independiente y el punto de partida, una cimentación de hormigón abandonada en la que se encontraba un cobertizo de ovejas medio derruido. Sin embargo, en lugar de echarlo abajo, se decidió aprovechar lo existente y transformarlo.
El refugio actual se apoya sobre esos cimientos, que se refuerzan con una nueva losa de hormigón pulido. Para ganar tiempo y adaptarse a los plazos marcados por la temporada turística, se optó por construir con paneles de madera contralaminada (CLT), dejándolos vistos en el interior. Solo los baños van revestidos para protegerlos de la humedad y los altos cambios de temperatura.


En el exterior, la fachada se recubre con acero corrugado negro, imitando ese efecto de madera quemada al estilo shou sugi ban, protegiendo mejor a la cabaña de la meteorología extrema islandesa e inspirado por la arquitectura vernácula de la isla, integrándose a la perfección en el paisaje.
Cada metro cuadrado de este refugio de artista está cuidado y aprovechado al máximo. El resultado es una cabaña que dialoga con el entorno, respetando al máximo el carácter de la estructura original, y en la que todo, desde el interior al exterior, se han pensado para ir más despacio y potenciar la creatividad.
He tenido un flechazo con esta cabaña en Gales. Sobre todo con su bañera. Está situada en la bahía de St. Brides, muy cerca de la costa, dentro del parque Nacional de Pembrokeshire. Está totalmente desconectada, no hay wifi, por lo que es el lugar perfecto para descansar de la ciudad, la tecnología y el móvil en el corazón de la campiña inglesa. ¿Es un planazo para este verano? Por supuesto. ¿Alguien que me quiera acompañar?


Puedes reservar aquí.
Thomas Ehretsmann, Sin título (2021). Acrílico en papel.
Andrew Geller fue uno de los precursores de las A-Frame cabins (cabañas triangulares) y de la fiebre cabañil de mediados de siglo XX en Estados Unidos. El año pasado os hable un poco sobre él aquí:
La casa Reese fue la cabaña en A pionera, pero también, en esa época, hizo otras muchas casas de verano en la costa de Nueva York. Una de las más peculiares, fue una cabaña “del revés”, en Fire Island: la Hunt House. Construida en 1958, desafiaba el equilibrio y convertía a la propia arquitectura en su campo de juego, algo que a Geller le gustaba especialmente. Con esta casa causó bastante alboroto y consiguió consolidar, por fin, su estilo. La normativa de construcción en Fire Island era muy estricta, limitando la superficie que se podía edificar. Sin embargo, se enteró de que solo tenía que enviar un plano con la idea de la primera planta para obtener la licencia. Y así lo hizo, y lo que parecía un volumen alargado y estrecho, se convirtió en una casa de dos plantas que rompía con la estructura habitual de una vivienda.
Para protegerla de los fuertes vientos, Geller tenía la teoría de que se podía convertir en un objeto aerodinámico, de modo que los vientos huracanados soplaran por debajo y por encima de sus paredes inclinadas, manteniendo a salvo el interior. Así, construyó una cabaña para ocho personas, con un salón como eje central y una pequeña cocina y con las habitaciones en ambos extremos.
Al igual que su predecesora, la casa Reese, el interés fue enorme y apareció en la revista Life en agosto del ‘58, con un especial de ocho páginas sobre el auge de las casas de vacaciones en Estados Unidos. Ninguno de los seis refugios de verano que Geller construyó entre los Hamptons y Fire Island se conserva actualmente, pero todas ellas sentaron las bases de una nueva arquitectura vacacional que respetaba el paisaje.
Puedes leer más sobre Andrew Geller en el blog de Alastair Gordon, amigo y uno de los mayores conocedores de su trabajo.
El rincón del escritor es uno de los espacios físicos y metafóricos más mitificados dentro de la literatura, la creatividad y, por supuesto, la historia. Y esta reinterpretación diseñada por el arquitecto Matt Gibson me parece la definición perfecta y el lugar perfecto para sentarte a escribir un libro:




Con la ayuda de su hija, una mujer nonagenaria trabaja obstinadamente en la redacción de su obituario. Quiere que contenga la información exacta, y que incluya algunos detalles biográficos que lo hagan destacar entre el resto de los obituarios del periódico local de New Hampshire, el pequeño pueblo donde ha residido gran parte de su vida. Llevan ya varios años trabajando en ello y han acumulado muchos borradores. Ahora, aislada por culpa de la pandemia, le preocupa no poder terminar su proyecto a tiempo. Por suerte aún les queda el teléfono, con el que madre e hija pueden seguir hablando y reconstruyendo su historia y las particularidades de su día a día.
Edita Alpha Decay y está traducido por mi querida Ana Flecha Marco.
Aun nos queda el teléfono es maravilloso. Me encantó y me recordó mucho a mi relación con mi madre.
En esa cabaña para escribir podría quedarme a vivir.