El cuestionario cabañil: Leti Rodriguez
Una cabaña que mezcla los bosques misteriosos de Twin Peaks y la esencia de la Costa Brava, con una buena dosis de café de especialidad y Kiasmos de fondo.
A Leti la conozco de Barcelona hace muchísimos años. Ella ha sido la mujer detrás de la comunicación de la cerveza Moritz durante mucho tiempo y ahora es una de las jefazas de lifestyle en Apple Tree. Pero, sobre todo, es la persona que más sabe de tendencias, y de todo aquello que se mueve y mola (antes de que nadie lo sepa). Tiene un gusto y una elegancia únicos y lo demuestra cada mes en su newsletter Cinco Puntos, que no te puedes perder. Además, acaba de estrenar su sección de entrevistas nada más y nada menos que con Lauren Laporte, uno de los iconos de lo cool en el mundo. Sé de buena tinta que se ha divertido mucho contestando al cuestionario cabañil, así que, disfrutadla.
¿Tu cabaña perfecta estaría en la montaña o en el mar? ¿Por qué?
Asocio la idea de una cabaña perfecta con montañas enormes y un río en calma, muy al estilo de Twin Peaks. Me vienen a la cabeza bosques envueltos en niebla y extensiones de pinos infinitos. Un aserradero y un lago tranquilo, un espacio donde la calma convive con el misterio. Fuera hace frío, pero en mi cabaña se está calentita, es acogedora y abundan la madera y las mantas. Huele, sutilmente, a café y vainilla, pero muy suave, casi imperceptible.
Sin embargo, pocas cosas me hacen más feliz en el mundo que estar cerca del mar, es mi hogar. Nací en la Costa Brava y eso marca. Cuando soy más “yo” es en verano, cerca de una cala, tras un buen baño y con la piel morena y salada. La perfección. Me cuesta encajar en ese entorno una cabaña, pero quizás las casitas que rozan el mar en alguna de mis islas griegas favoritas sean lo que más se parezca.
¿Cuál es ese momento en el que desconectas del día y que es más ‘cabaña’ para ti?
Clarísimamente, bien entrada la noche. Me encanta madrugar y aprovechar al máximo los días, pero es en la noche cuando encuentro mi refugio, el recogimiento, la introspección. Tanto si estoy en mi sofá hecha una bolita viendo una serie, como si estoy escribiendo Cinco Puntos o leyendo en la cama.
En la oscuridad de la noche, cuanto más tarde mejor, es cuando encuentro mi “momento cabaña”.
¿Qué no podría faltar nunca en tu cabaña?
Café. Clara y definitivamente. Me encanta. No solo por su sabor y aroma, me gusta que el café me acompañe a lo largo del día, como si me cuidara, y eso me lleva a cometer auténticas barbaridades. Disfruto de un café de especialidad, obvio, pero también me gusta empezar el día con un tanque de americano larguísimo que algunos calificarían de delito por lo aguado que está. Me da igual, my coffee my rules y en mi cabaña perfecta tendría siempre varias cafeteras, tazas de diferentes tamaños y muchas variedades de café.
Ah, tampoco podría faltar el chocolate, van estrechamente unidos. Cada día tomo un trocito por la mañana, otro después de comer y, a veces, por la noche. Además, me gusta desde el más puro hasta el chocolate blanco y demás guarradas industriales. Todo.
Un libro para leer por las tardes en el porche
Agua y Jabón de Marta D. Riezu. Un tratado sobre la elegancia que, igual que el café, me acompaña en la vida y al que vuelvo habitualmente. Lo tengo en la mesilla de noche y, a menudo, antes de irme a dormir, leo un par de páginas sin orden ni criterio, lo que salga. Siempre es un acierto, siempre sienta bien.
No podría faltar tampoco una recopilación de artículos de Leila Guerriero. Bueno, en realidad, cualquier cosa que haya escrito Leila Guerriero sería estupendo. Añadiría algo de Joan Didion, Nora Ephron para echarme unas risas y cuentos de Carver o Salinger. Me gusta ir saltando de un cuento a otro y al porche le pega bastante ese ritmo.
¿Qué canción o qué grupo sonaría siempre?
Sonaría música electrónica, algo tranquilo. Me encanta el hard techno, pero a una cabaña le pega más ambient o experimental. Seguramente me decantaría por Jon Hopkins, Apparat, Kiasmos o Enfant Sauvage. The Blaze también sonarían bien ahí.
Por otra parte, a esa cabaña también le iría bien música misteriosa. Pondría de fondo, muy flojito, bandas sonoras de Angelo Badalamenti o algo de Brian Eno.
Un hotel con espíritu cabañil o una cabaña a la que harías una escapada sin dudarlo.
Hace unos años hice una escapada con mi novio del momento al Delta de l’Ebre. Como he dicho, soy de la Costa Brava y la cabra tira al monte, así que tiendo a escaparme al norte, pero esa zona fue un gran descubrimiento. Allí encontramos una opción de alojamiento que me encantó y que tiene todo el espíritu cabañil del mundo, pero desde una perspectiva diferente: Una yurta mongola.
Pasamos un fin de semana estupendo en aquella construcción circular tradicional, diseñada para resistir el clima extremo de las estepas. Un solo espacio, mucha madera y una lumbre de fuego. Me flipa el fuego. Su estructura se compone de un armazón de madera flexible y ligero, cubierto con gruesas capas de fieltro de lana de oveja para aislar el frío. En el centro del techo se sitúa una apertura que deja entrar luz y permite ventilar el humo. Es una auténtica gozada que te permite ver las estrellas desde la cama sin pasar nada de frío.
Tenía esta yurta olvidada en la memoria, pero tu pregunta me ha hecho recordarla con cariño.


Esta cabaña es como estar en un capítulo de Doctor en Alaska. Se encuentra en el corazón del estado de Washington, a una hora de coche de Seattle, rodeada de bosques de abetos. Fue construida en 1955 y está aislada y es totalmente off the grid, el agua viene del manantial y la electricidad mediante un generador. Tiene dos plantas y vistas a un lago, en una zona muy famosa de esquí, senderismo y pesca. Se encuentra en un terreno alquilado al Servicio Forestal de Estados Unidos, con un derecho de uso de 20 años y renovable. Y por solo 139.000 dólares
La tienes en venta en Zillow.
Me quedaría a vivir 🩷
Maravilloso leeros a ambas.