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Refugios y cabañas en Hora 25, una casita alpina que está en mi lista de favoritas hace años, y la postal cabañil de María Arranz para estos días de calor.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
El martes estuve charlando con Aimar Bretos en Hora 25 sobre refugios, cabañas, desconexión y pasillos de supermercado:
Y abro un pequeño melón: ¿está siendo el verano más largo, caluroso y húmedo de la historia y no ha hecho más que empezar? Voy enfundada con mi gorra favorita de odiar esta época del año para que no se nos olvide que soy “persona de invierno”.
Hace muchos años que esta cabaña se encuentra entre mis favoritas. Se trata de una mayen rehabilitada y modernizada. Este tipo de construcciones son tradicionales de los Alpes Suizos; los mayenes eran refugios de verano para pastores, de descanso para ellos mientras duraba la trashumancia y que, poco a poco, se fueron convirtiendo en viviendas y segundas residencias más contemporáneas (algo parecido a lo que sucedía con las casas pasiegas o las mallatas).
Situada en una pequeña aldea en las alturas de Bruson, en el Val de Bagnes, esta cabaña estaba en la ruina total y fue reconstruida casi pieza a pieza, manteniendo la estructura original, pero reconvirtiendo esos espacios que estaban totalmente derruidos. De tamaño pequeño —y muy cabañil—, sus 35 metros cuadrados albergan todo lo necesario para que el matrimonio propietario pueda disfrutar de su descanso de la ciudad. Una amplia zona de estar con vistas al valle, dormitorio, baño, cocina con almacenamiento y mi rincón favorito: el de lectura.
La madera de alerce es el material elegido, no solo para mantener la tradición de este tipo de construcciones y su calidez, sino por su versatilidad y durabilidad en el tiempo.Fue construida en 2016 por Alp Architecture, grandes especialistas en cabañas y chalets alpinos.
Devon es de esos paraísos ocultos de Reino Unido que no te puedes perder; sus paisajes, sus playas… y hay cabañas de esas a las que teletransportarte en un segundo. Holly Water Cabin es un lugar donde desconectar de verdad, muy cerca de un río y con una bañera de cobre al aire libre. Una escapada que, al menos a mí, se me antoja perfecta para huir de este calor.
Puedes resevar aquí.
Obsesionada con comer con los pies mojados y fresquitos aquí.
Cada semana, una persona escribirá una reflexión muy cabañil desde su rinconcito favorito, dejando que El Club de la cabaña salga al exterior. Hoy, María Arranz, detrás de la maravillosa ✨Mirror Maze y El delantal y la maza editado por Col&Col.
Querida Eva,
Me gustaría estar escribiéndote esta postal a mediados de agosto, cuando estaré en un sitio al que bien podría llamar cabaña, aunque la verdad es que es una casa de pueblo normal y corriente. Sin aires de cabaña en absoluto, pero con lo que tú describirías como "espíritu cabañil". Es la casa de la familia de mi madre en una aldea de Ourense, donde suelo ir en Navidades y también unos días en verano.
En esa aldea viven unas 30 personas, parte de ellas mi familia, claro. Me encanta ir en verano porque, aunque el cambio climático ya ha hecho estragos en esa zona y durante el día hace calor, en cuanto el sol se va, la cosa mejora mucho. Vamos, que se duerme con mantita. Y de vez en cuando, el día amanece medio lluvioso o con una espesa niebla que tarda unas horas en levantar. Ya sabes que no soy demasiado fan del verano, así que la niebla, las nubes o una buena tormenta me dan la vida.
Enfrente de la casa hay una pequeña iglesia en la que ni siquiera se celebra misa habitualmente (creo que el día de la fiesta del pueblo y poco más). Por las mañanas suelo salir en pijama a sentarme en sus escalones mientras me tomo el café y escucho la radio o leo las noticias en el móvil. Me gusta desayunar ahí, es algo que creo que no podría hacer en ningún otro sitio del mundo. A veces pasa algún vecino, pero tampoco se extraña al verme en pijama y con una taza de café, así que fenomenal.
Junto a la terraza hay una habitación que mi tío utiliza de vez en cuando como despacho y en la que hay libros sobre el cultivo de la patata (él es agricultor), una tabla de planchar, un teléfono viejo y algún que otro cacharro más. También hay una mesa y una silla. Es un lugar tranquilísimo, con una luz de lo más agradable, e intento pasar algunas horas del día leyendo o escribiendo ahí. Por las tardes, lo mejor es salir a pasear al monte. A veces salgo sola, a veces con mis padres o con mi hermano y mi sobri si están por allí. Por el camino lo más probable es que puedas llevarte alguna que otra mora a la boca y, a la vuelta, solemos pasar por un árbol que ya es prácticamente comunitario a ver si hay ciruelas. No he probado ciruelas más ricas que esas.


Después de la cena, echamos un ratillo a la entrada de casa, donde hay un poyete de cemento para sentarse, charlando mientras mi madre se fuma un cigarro y acariciando a alguno de los perros o gatos del pueblo que se acerquen por allí. Por la noche, silencio total. Se duerme de maravilla y, lo que te decía, con mantita.
Pero bueeeno, mientras llega el mes de agosto, te diré que mis "cabañas" en la ciudad están siendo las bibliotecas. Ahora mismo, te escribo desde una de mis favoritas: la del Reina Sofía. Me pilla cerca de casa y, por supuesto, tiene el preciado aire acondicionado que todas buscamos en los edificios de Madrid durante el verano. Solía venir mucho cuando era autónoma y, ahora que estoy en paro, vengo a escribir varias veces a la semana. No sé qué tiene, pero siempre me concentro genial cuando estoy allí. Mi zona preferida es la de arriba, desde donde puedo contemplar de cerca la cubierta de cilindros de vidrio, que me fascina. Me gusta cómo está iluminada, con una luz muy cálida, y supongo que será por la madera, pero para mí esta biblioteca tiene un aire bastante cabañil, así que tenía todo el sentido que te acabara enviando esta postal desde aquí.
Soñando con lugares más frescos y con paisajes nublados, me despido. Feliz verano.
Un abrazo bien grande,
María
Hoy un clásico a la filmoteca: Bailando con lobos (1990). Dirigida y protagonizada por Kevin Costner es una de esas películas que me trasladan a mi infancia y al imaginario de paisajes interminables.
Aunque es una superproducción de esas llenas de épica, tiene mucho de espíritu cabañil. Su protagonista, el teniente John Dunbar, se aísla voluntariamente en un puesto fronterizo abandonado, buscando silencio y distancia tras la violencia de la guerra. Vive solo en una cabaña rodeada de llanuras abiertas, sin más compañía que un caballo, un lobo y, poco a poco, los encuentros con una comunidad lakota.
La película habla de reconectar con la naturaleza, con otro ritmo, con una forma distinta de entender el tiempo. El paisaje —las llanuras del norte de Estados Unidos, los cielos enormes, el viento constante— es más que un fondo, es parte esencial de la historia, y con este telón de fondo, Dunbar se transforma al margen del mundo conocido.
Ganó siete premios Oscar, incluyendo mejor película y mejor director, y es también una de las grandes historias del cine.
ay Eva... conozco muchísimo a los creadores de la foto de Aquí y ahora. @georgescottrides. En Cazalla de la Sierra. Si algún día te apetece conocerlos, te pongo en contacto.
💕