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¡Hola verano! ☀️ Estrenamos versión veraniega de la newsletter, con una filmoteca y postales desde una cabaña que nos enviarán amigos y miembros del club durante todo el mes de julio.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Cuando llega el verano, desesperadamente quiero que llegue el otoño. A pesar de haberme criado, crecido y vivir en una ciudad como Málaga, meollo del turismo de costa y las playas, el calor nunca ha sido mi mejor amigo, no lo paso bien —soy de tensión baja, así que voy arrastrándome en el suelo por las semanas de estío hasta que llega septiembre—. Pero también hay cosas que me hacen feliz como: el salmorejo, un vaso de gazpacho con hielo, los vestidos, dormir destapada, la pipirrana de mi madre, los escalones de colores de la piscina de mis padres, las noches a la fresca en el porche, la leche merengada a cualquier hora del día, la playa de piedras de La Herradura, el cine de verano (los que todavía existen para nostálgicas como yo). Todo eso es cabaña para mí.
Esta semana, Claudia Saiz en la entrevista que me hizo para ELLE (la tenéis disponible en el número impreso de julio) decía que soy una especie de artesana del sosiego, y le he robado esa definición porque creo que es cierto, la vida tranquila ante todo lo que nos rodea es mi frase grabada a fuego en la frente. Así que, a partir de ahora, llamadme artesana del sosiego, buscadora de refugios, detective de cabañas, religiosa de la vida tranquila, profeta del silencio. También, hablé con Juanjo Villalba en eldiario.es y contamos cosas muy bonitas sobre la sensación de refugio.
Tal vez esto de calor también hace que tenga la necesidad fuerte de cambiar cosas y he decidido transformar un poco la newsletter para hacerla más veraniega y algo diferente. He abierto por fin la veda de la filmoteca —sé que muchos la habéis pedido—, y cambiar los libros por películas, y además, le he pedido a algunas personas muy majas fans de El Club de la cabaña que me escriban una postal cabañil desde su rinconcito favorito durante estas semanas de calor. Y por último he incluido una sección que salía allá por 2021 en las primeras ediciones y que recupera un poco esa idea de teletransporte ideal a un lugar imaginario que nos gusta (aquí, ahora), y que durante una década he plasmado con esa frase en redes sociales. Pero no os preocupéis, en septiembre volvemos con la programación habitual.
Por cierto, mil gracias por rellenar la encuesta del otro día, si todo va bien, hay muchas ideas frescas de cara a septiembre (¿alguien ha dicho club de lectura cabañil online?, ¿o de pelis?, ¿y merchandising?). Si tienes alguna propuesta en mente, escríbeme, me encantará saberlo, y si no la has contestado, puedes hacerlo aquí. ¡Y también me encantará saber qué te parece esta versión de verano de nuestro club!
Empezamos.
En North Vancouver (en la British Columbia canadiense) escondida en un bosque de cedros, se encuentra este refugio diseñado por Arthur Erickson en 1963. Una casa que se ha mantenido intacta durante más de sesenta años y que ahora se ha reformado manteniendo toda su herencia. Esta cabaña canadiense se pensó como un espacio para artistas, donde trabajar y crear en conexión con la naturaleza.
Tiene una sola planta y está íntegramente construida en madera de procedencia local. Todo está diseñado para que entre la luz en cada rincón —incluso en los meses de invierno—, así como el paisaje, que actúa como un cuadro en cada una de las estancias. Su tejado, con vegetación, es toda una declaración de intenciones a la sostenibilidad. El interior mezcla esa esencia cabañil, con el minimalismo japonés, mobiliario a medida y espacios muy acogedores. El corazón de la casa es la chimenea de ladrillo, perfecta para sentarte a leer.




Actualmente está en venta (¿burbuja inmobiliaria de cabañas?) por dos millones de dólares.
Hoy viajamos a Portugal, a una de esas escapadas que puedes organizar si, como yo, no puedes coger vacaciones decentes este verano. Uno de sus secretos mejor guardados está en Nazaré y es un glamping de lujo situado en la mayor reserva ecológica de pinares de toda la Península Ibérica. OHAI Nazaré ofrece una experiencia sostenible e inmersa en la naturaleza con refugios artesanos y bungalows de madera cerca de algunas de las playas más bonitas de la zona.
Web y reservas » www.ohairesorts.com/nazare/es/
Te recuerdo que esta es la última semana en la que puedes conseguir Refugio. Una historia de cabañas con la suscripción anual. ¡Yo no esperaría, que están volando! Y además, ya sabes que tienes también incluida la guía de escapadas cabañiles que mola to-do. Actualiza tu suscripción aquí:
Cada semana, una persona escribirá una reflexión muy cabañil desde su rinconcito favorito, dejando que El Club de la cabaña salga al exterior. Hoy, Yolanda Aranda, detras de Le Pop est Immortel y Estudio Aranda Santos.
Querida Eva,
Te escribo desde un lugar no muy remoto (no te voy a engañar, he podido llegar en tren) que parece totalmente sacado de tu Club de la Cabaña. Aun sin estar muy lejos, aquí parece que el apagón del otro día ha decidido quedarse a vivir. Mientras medio país volvía a tener luz y wifi, yo sigo aquí, en este retiro estilizado sin saber si lo que siento es paz o abandono de infraestructuras (un retiro fancy “para experimentar” lo que siente la España vaciada).
La cabaña es una preciosidad, eso sí. Digna de tu newsletter. Ventanales de suelo a techo con marcos de madera oscura, chimenea de ladrillo baja y horizontal, y un salón que parece sacado de un catálogo antiguo de Knoll. Hay una Womb Chair en verde musgo que combina sospechosamente bien con el paisaje, una radio-reloj Europhon H10 de Adriano Rampoldi que no funciona, pero queda fetén como decoración, y una AeroPress que me está salvando las mañanas.
El arquitecto parece haberse inspirado en las Case Study Houses para traer al Pirineo un trozo de Palm Springs, pero con más mantas de lana y menos piscina. Todo está pensado para mirar hacia fuera, como si la naturaleza fuera una pantalla de cine. Y lo es, aunque ahora mismo esté proyectando niebla. Quizás no he escogido la mejor temporada para hacer este retiro, la verdad. Quizás debería haber echado mano de tu guía de escapadas cabañiles y no haberme lanzado tras una corazonada ‘mid-century’.
Pero bueno, estoy aquí, en teoría, para desconectar. Buscar el silencio, volver a los orígenes, abrazar lo esencial. (Muy yogui para mí esa reflexión). De hecho, he aprendido a medir el tiempo según lo que tarda el agua en hervir, así que creo que me estoy mimetizando con el ambiente. Supongo que, un poco, como los dueños de las cabañas que encuentras tú. Estoy pensando mucho en ellos estos días. ¿Cómo deciden invertir en ese tipo de viviendas? ¿Las usan solo los findes? ¿Son propiedad de gente jubilada? ¿O un negocio para huéspedes urbanitas que necesitan respirar aire fresco, like me?
Yo vengo de una aldea gallega. Así que toda esta épica del aislamiento no me impresiona tanto. La vivo con ternura, pero también con una alarma interna que me dice: esto está bien… tres días. No te emociones, irte a vivir al campo o a la montaña, no es para ti. Porque sí, estoy disfrutando del crujido de la madera de roble, de buscar en sus nudos caras sonrientes, del silencio, de leer sin interrupciones… Pero echo de menos el asfalto, una buena señal de 5G, unas cervezas con amigos en una terraza…
En fin. Me vuelvo a meter bajo la manta. Está empezando a anochecer y creo que he oído algo merodear por ahí afuera. No puedo confirmarlo porque sigo sin luz. Pero no hay metáfora mejor para cerrar esta carta: estoy en el siglo XXI, entre muebles del XX, escribiéndote como en el XIX.
Un abrazo desde esta cápsula del tiempo,
Yolanda.
Hace tiempo que muchos me preguntáis por qué no hacer una filmoteca aparte de la Biblioteca Walden, así que he decidido que la llegada del verano es el momento perfecto para abrir la veda de peli + palomitas. Hay muchas películas-refugio interesantes y así rompemos con la dicotomía de la lectura y vernos un buen largometraje que en estas semanas apetece más.
Pensaba abrir la veda con mi comfort film favorita que es Orgullo y Prejuicio, pero últimamente estoy obsesionada con esos largos en los que parece que no se cuenta nada, pero en los que sucede mucho a través del paisaje, las miradas y el lenguaje no verbal. Esas que apenas tienen diálogo pero son excesivamente visuales, en las que todo sucede despacio y es un disfrute a la vista.
Y eso me sucede con Perfect Days, de Wim Wenders, que retrata la rutina de Hirayama, un hombre que limpia baños públicos en Tokio. Vive solo, escucha cassettes antiguos mientras conduce, cuida sus plantas y lee libros usados. Su día a día es silencioso, repetitivo, casi siempre igual. Y sin embargo, hay algo profundamente reconfortante en acompañarle.
La película no tiene grandes giros. Lo que propone es otra cosa: mirar lo pequeño, lo simple, con atención. Nos invita a bajar el ritmo, a encontrar belleza en lo cotidiano. Perfect Days es una película para ver cuando necesitas respirar. Cuando no quieres pensar demasiado, solo estar. Suavemente, sin decir mucho, recuerda que una vida tranquila también puede ser una vida plena.
La tienes disponible en Movistar +.
Pues mira, voy a aprovechar para ver Perfect Days. Y para esta sección te recomiendo En el estanque dorado!
¡Qué ilusión formar parte de este paisaje!