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Mi obsesión cabañil de estos días lluviosos está, por supuesto, en Washington en un bosque. La historia de la Maison Bulle de Jean Maneval y una propuesta cabañil de lujo en los Dolomitas italianos.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
La última vez que pasé tanto tiempo si ver la luz del sol fue cuando vivía en Gijón; durante 93 días seguidos el cielo blanco de nubes se alternaba con tormenta y lluvia y los tachaba en mi calendario de la cocina con desesperación y añoranza. Y ahora, que llevamos más de diez días seguidos de borrasca, vuelvo a notar que el carácter se me agria un poco, que me entristezco más.
Gracias por la acogida con el librito cabañil. Estoy deseando contaros más. ¡Pronto! Por cierto, sé que tenéis ganas de leerlo, pero mientras, para abrir boca y crear necesidad de escape, las guías cabañiles siguen por aquí, y en breve salen las escapadas internacionales. Si te suscribes anualmente a El Club de la cabaña serán tuyas. Por menos de lo que te cuesta la suscripción de Netflix al mes o lo que pagas por un café de esos de especialidad tan ricos. Dos guías de viajes perfectas para planear una escapada y desconectar de la ciudad. Y doy fe de que algunas personitas ya están haciendo uso de ella y estoy deseando que me compartan sus experiencias:
Así que, no esperes, que, además, estarás apoyando a que esta cartita siga siendo esa dosis de desconexión tan gustosa cada jueves.
Empezamos.
Esta cabaña es tremendamente acogedora. Y tal vez con estos días de lluvia me apetece más encerrarme en ella. Pero lo que más me gusta de este proyecto diseñado por el estudio de Wittman Estes es que se trata de una casa prefabricada, sostenible y que minimiza el impacto ecológico. Está situada en un de las muchas islas que hay en el estado de Washington (paraíso cabañil de los Estados Unidos).




En sus pequeños 56 metros cuadrados crea un espacio funcional y flexible, totalmente aprovechado y rodeado de varias terrazas construidas en madera de cedro. Está organizada en cuatro módulos unidos entre esos porches, y esto le ha valido varios premios de arquitectura a la innovación en sistemas modulares de construcción. El sistema de bloques multiplica la sensación de amplitud y potencia la conexión entre el interior y el exterior, haciéndola crecer. Y no me sorprende, es un refugio acogedor, funcional y que se adapta totalmente al entorno del bosque.
El diseño además incorpora soluciones sostenibles desde el suelo a la gestión de energía. Está pensada como una vivienda de residuo cero, es decir, carbono neta; y esto lo ha conseguido gracias un sistema fotovoltáico que controla la electricidad, al reciclaje del agua de la lluvia y a un sistema de pilares atornillados que sostienen la cabaña y que evita el uso de hormigón directamente sobre el terreno y la vegetación, minimizando el impacto ambiental de toda la construcción. En el interior se mantiene una temperatura agradable, como si fuera un invernadero y eso hace que sea incluso más acogedora. Además, tiene un sistema que monitoriza el consumo para controlar la autosuficiencia energética.
Un ejemplo perfecto de diseño, cuidado medioambiental, sostenibilidad y espíritu cabañil para desconectar.
¿Te apetece escapar a los Dolomitas italianos y darte un capricho? San Luis es un alojamiento rural cabañil con lodges y casas en el árbol con el lujo y la exclusividad de un hotel de cinco estrellas. Una zona montañosa que, curiosamente, disfruta de casi 200 días de sol al año y con una temperatura agradable. Y la guinda del pastel es que tienen un spa fantástico. Hoy subo un poco el presupuesto de escapadas cabañiles, pero es que este lugar merece la pena.
Puedes reservar aquí.
Egon Schiele, Landscape near Langen on the Arlberg (1913). Lápiz sobre papel.
Hace tiempo compartí la reforma de una cabaña-burbuja-futurista diseñada por Maneval en 1968. Hoy te quiero contar su historia, la de la Maison Bulle, que es de esas que merece la pena conocer. En una época en la que el futurismo entraba a tope en la arquitectura, donde la Futuro House se había convertido en un experimento de vivienda rápida y económica (aunque se diera un buen batacazo) y de repente toda esa utopía de cápsulas espaciales envolvió el mundo del diseño.
El futuro siempre ha sido una cuestión de formas, de cómo imaginamos el espacio que habitamos y de qué manera lo haríamos. En los años sesenta, el arquitecto y urbanista francés Jean Benjamin Maneval quiso responder a esa cuestión a través de una solución orgánica y creativa: una mini casa de vacaciones sin líneas rectas, fuera de la arquitectura convencional y moldeada en el que se empezó a llamar el material del futuro: fibra de vidrio. Así nación la Maison Bulle à Six Coques, una cápsula pensada para integrarse en la naturaleza y experimentar la vida doméstica desde un punto de vista diferente.
La Maison Bulle era ligera, se podía transportar y montar fácilmente (en tres días estaba lista) y estaba formada por seis “conchas” encajadas entre ellas, lo que permitía una producción en serie y ser accesible (todo lo accesible que era pagar cincuenta mil francos de la época, que son unos 80.000 euros actuales). Se fabricaron 300 unidades de esta casa burbuja de 36 metros cuadrados con cocina, salón-comedor, dormitorio con cama de matrimonio y litera y un baño completo. Algunas de ellas se instalaron en la estación de esquí de Gourette y otras salpicadas por la geografía europea. El interior se personalizaba a las necesidades de cada cliente siempre con esa visión pop y futurista de la época y podían alojar hasta seis personas.
Sin embargo, como pasara con el ovni de Matti Suuronen, la Maison Bulle no se convirtió en un estándar ni democratizó el acceso a una segunda residencia barato y práctico. Y con los años, como ocurre con este tipo de proyectos, se ha convertido en un icono más presente que nunca en estos tiempos de crisis climática y debate en el mundo de la arquitectura versus sostenibilidad. ¿Y si el futuro, después de todo, era una burbuja suspendida en el paisaje?
Este rincón para trabajar o descansar diseñado por N4 me parece una fantasía:




Leí este libro en unas vacaciones durante 2011 y me encantó. Y justo esta semana me acordé de que no estaba en nuestra biblioteca. En azúcar de sandía de Richard Brautigan se publicó en 1968 y es una de las novelas más interesantes de este autor. Es ácida, divertida, metafórica, llena de historias (como si fueran relatos conectados) de una comuna y su relación con los mitos, la naturaleza… todo salpicado de sorpresas, conexiones entre personas y esa manera tan particular de escribir de Brautigan.
Edita Blackie Books.
Me encanta el club de la cabaña. Comentarte que hay una Maison Bulle en el Empordà Golf Club en Gualta, de color verde, preciosa, la utilizan para montar store temporales en verano. Ahora gracias a ti , se un poco mas de esta maison. Muchas gracias.
Tengo muchas ganas que salga tanto tu libro como la versión cabañil internacional.
Por favor, ese hotel en las Dolomitas es un sueño. Ahora a soñar cómo pagarlo pero qué maravilla!
Claramente en España está lloviendo porque es lo único que se oye últimamente jaja
Gracias por otra entrega estupenda