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Una cabaña verde con vistas a una colina en el corazón de Suiza. ¿Desconectarías 3 días de móvil y tecnología en una cabaña a las afueras de Londres?. El "nido" de Calígula y Plinio el Viejo.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Hablemos de lo importante de esta semana. No de que se hayan convocado elecciones anticipadas creando sorpresa en todos y la más que probable cancelación de vacaciones para algunos (entre los que por desgracia me incluyo, ya que me toca cubrirlas). Hablemos de que el lunes terminó Succession, una de las mejores series de la historia, con un final redondo y espectacular, con el mayor nivel de hijoputismo (perdón por el palabro) por segundo. Hablemos de que, otra de las grandes series, Ted Lasso, también ha llegado a su final, dejándonos un hueco vacío por dentro que la guerra del streaming es incapaz de rellenar.
Y claro, hablemos de cabañas. Eso siempre.
Empezamos.
Esta casa de madera verde tan bonita se encuentra a las afueras del municipio de Treyvaux, en el corazón de Suiza, dentro de una finca agrícola. En una de las colinas de la parcela, se decidió construir una cabaña de espíritu alpino desde la que se pudieran disfrutar las vistas del valle y la zona.
Interior y exterior están construidos de madera y se asienta sobre 14 vigas de hormigón forrado de madera, reduciendo al máximo en la fachada y en el volumen, la huella de carbono, e integrándola en la pendiente y el paisaje. Se entra desde la cara norte y está formada por dos plantas, totalmente abiertas a la montaña gracias a seis ventanas que conforman un mirador único y una espectacular entrada de luz.
Además de su diseño sostenible, esta cabaña es autosuficiente. El agua potable procede de un manantial situado debajo y se reciclan las residuales; la electricidad está generada por paneles fotovoltaicos en el tejado. La energía producida se va almacenando en dos baterías, para mejorar la producción en invierno, cuando el sol escasea y las nevadas son intensas. La calefacción procede de una única estufa de leña colocada estratégicamente en el centro del salón y que calienta el espacio completo. En verano, los grandes ventanales se pueden abrir, promoviendo la ventilación cruzada y refrescando el ambiente por la noche.
El proyecto al completo se puede ver en la web de los arquitectos.
¿Quieres desconectar del trabajo, de Internet y del teléfono durante tres días? Ahora es posible, y lo confieso, sería un sueño hecho realidad. Unplugged te propone un detox digital de 72 horas a las afueras de Londres o Manchester en una cabaña. Su filosofía se basa en la teoría del “efecto 3 días”, que considera que es el tiempo justo para que reconozcas tus hábitos delante de una pantalla y mejores tu bienestar mental, cambiando el punto de vista a la vuelta. La naturaleza y el paisaje de cada una de sus 16 localizaciones cabañiles es el antídoto perfecto para reducir el estrés.
Este domingo vuelve la edición extra de La cabaña en la que querríamos vivir. Recuerda que si quieres recibirla (además de otros contenidos), puedes cambiar tu suscripción y, por solo 5 €/mes, disfrutar de este contenido exclusivo y mucho más.
Willard Dixon, Fair Hills (1987).Óleo sobre lienzo.
Una de las primeras casas de árbol de las que se tiene conocimiento data del siglo I, y su protagonista es el emperador romano Calígula. Plinio el Viejo contaba en su libro Historia Natural, en el volumen XII dedicado a los árboles, cómo los plataneros habían sido toda una sensación en la época y que los había tan grandes que se podía vivir y comer en ellos y el emperador quedó tan maravillado que a uno de ellos le llamó “nido”:
Los plátanos ganaron celebridad por vez primera en el paseo de la Academia de Atenas, por uno cuya raíz —de treinta y tres codos— era más grande que sus ramas. Actualmente, hay uno famoso en Licia, con el encanto añadido de una fuente de agua fría y situado al borde de una vereda; tiene una profunda oquedad de ochenta y un pies a manera de habitáculo, está cuajado de espesura en su copa y se recubre con sus colosales ramas, tan grandes como árboles, cubriendo los campos con la inmensidad de su sombra; y para que a la apariencia de cueva no le falte detalle, un zócalo de piedra pómez cubierto de musgo reviste su interior; es tan digno de admiración que Licinio Muciano, cónsul por tres veces y hasta hace poco gobernador de aquella provincia, consideró que debía transmitir a la posteridad que él había asistido a un banquete junto con dieciocho convidados en el interior del árbol, que les suministró con largueza lechos de su propia hojarasca, y que allí descansó a resguardo de cualquier viento, oyendo el sonido amortiguado de la lluvia por entre las hojas, sintiéndose más a gusto que si se viera rodeado de resplandecientes mármoles, abigarradas pinturas y dorados artesonados.
Otra anécdota es la del emperador Gayo, que en la campiña de Velitras se quedó maravillado con los entablados puestos sobre un ejemplar y con los bancos que se extendían a todo lo largo, sobre las vigas dispuestas encima de sus ramas, tras haber tomado parte en un banquete allí en lo alto —aunque él precisamente formaba parte de la sombra —, en un triclinio que dio cabida a quince comensales con su correspondiente servidumbre, y al que el susodicho llamó «el nido».
Esta historia comenzó en las montañas suizas inspirada en las historias del novelista Charles-Ferdinand Ramuz. De aquí nació Antonie, una cabaña con forma de piedra que es un homenaje a la montaña y la vida de los Alpes (y de la que hablé en el #19) y a la que ahora se le une Thérése, construida en 2022.


Fue pensada y construida en la misma línea que Antoine, creando dependencias interconectadas para residencias artísticas y colaboraciones locales. Se conecta al paisaje y entiende el territorio que ocupa, pero también el cómo habita el ser humano, de manera modesta.
BUREAU se ha vuelto a encargar de darle vida a este proyecto tan especial, y puedes leer más en su web.
El jardín de una isla es una novela de Celia Thaxter escrita a finales del siglo XIX, en la que la escritora narra su experiencia al cultivar un jardín desde niña en una isla rocosa de Maine. Un diario que va desarrollando durante el resto de su vida, salpicado con trucos de siembra a experiencias personales.
Como curiosidad, el jardin que describe en el libro se puede ver en los meses de verano y fue restaurado a finales de los setenta.
Algunas notas de esta edición:
La imagen de portada es de Instagram.
Si quieres saber más sobre Antonie, escribí en AD hace unos años sobre esta cabaña en forma de piedra tan peculiar.
A Plinio el Viejo, con paciencia, puedes leerlo aquí.
Barcelona está llena de plataneros, que odio profundamente, porque me causan una alergia tremenda. Una de las razones por las que no echo ya de menos vivir allí es precisamente esa, la irritación nasal y continuo lagrimeo diario.