El cuestionario cabañil: Mar Manrique
La cabaña de los sueños de Mar estaría en el mar, en la Costa Brava, con un buen porche de esos para disfrutar de una buena lectura.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Tenía muchas ganas de retomar las preguntas cabañiles con gente a la que admiro y quiero. Y qué mejor que empezar 2025 con Mar Manrique. Nos desvirtualizamos hace unas semanas en Barcelona, pero hace tiempo que ambas nos seguíamos la pista. A Mar, periodista, la puedes leer en la fantástica Fleet Street, una newsletter que revisa el mundo del periodismo desde un punto de vista muy personal y que os recomiendo leer (aunque no seáis del gremio, siempre es interesante entender qué se mueve en el mundo).
También se ha lanzado al mundo de los medios de comunicación, creando el suyo propio junto a Marina Enrich y Emilio Domènech. Aprovechando los nuevos formatos y huyendo del periodismo clásico, Watif es un medio-no-medio en formato newsletter y con eventos en directo, que explora cómo las tendencias actuales moldearán el futuro.
¿Tu cabaña perfecta estaría en la montaña o en el mar? ¿Por qué?
En el mar. Creo que existe una cierta sensación de sosiego que solo dan los lugares con horizontes infinitos. Y esa calma a mí me la da el mar. Es algo curioso, pero cuando pienso en el mar pienso en sol, en destellos de luz, en calidez; el bosque me remite a otras sensaciones menos brillantes.
Mi decisión también puede verse influenciada porque crecí viendo H2O en Neox, esa serie sobre tres adolescentes que se convierten en sirenas al tocar el agua. O quizá se deba a que soy de las que se revuelve en la silla cuando un insecto con aguijón intenta meterse en mi vaso (algo irónico siendo el logo de Fleet Street una abeja).
¿Cómo sería?
Estaría en algún pueblo de la Costa Brava, como Tossa de Mar o Cadaqués. Sería probablemente blanca y con revestimientos de piedra. Tendría un porche y un sofá afuera donde sentarse a leer. También tendría flores. No sé si ubicarla en un pueblo costero es algo contradictorio con la propia fisonomía y esencia cabañil, pero… ¡Al fin y al cabo es mi cabaña!
¿Cuál es ese momento en el que desconectas del día y que es más ‘cabaña’ para ti?
Antes de acostarme. En ese momento soy capaz de cerrar todas las pestañas abiertas de mi cerebro y dedicarme a algo que verdaderamente disfruto y me relaja. El pergamino de to-do pasa a un segundo plano y leo un libro, veo vídeos de ASMR en YouTube o un capítulo de una serie que me tiene enganchada.
Ese rato de desacelerar también lo consigo las mañanas de domingo en las que no tengo nada que hacer: leo newsletters, desayuno rico, me tumbo en el sofá… Son pocas veces en las que mi Pepito Grillo interior no me insta a hacer cosas, pero esos momentos de tranquilidad los aprecio un montón.
¿Qué no podría faltar nunca en tu cabaña?
Hace poco me he mudado y no he conseguido sentir el piso un poco más mío hasta que no he colocado varias lámparas pequeñitas con luz cálida. Me gusta la atmósfera que se crea cuando alumbra una lámpara pequeña en vez de una de techo, por ejemplo, o unos ojos de buey. Creo que el ambiente cabañil se consigue con la luz y la falta o abundancia de ella. Tampoco podría faltar una manta, libros y algo de comer: unas palomitas o un plato de pasta fresca.
Un libro para leer por las tardes en el porche.
Mañana y mañana y mañana, de Gabrielle Zevin. Es una historia de amistad tejida a través del amor por los videojuegos, las experiencias comunes y la vida compartida. Está escrito con una sensibilidad y una calidez que lo impregna todo.
Lo leí tumbada en una playa de L’Escala. Estoy esperando a olvidarme parcialmente de algunos detalles de la trama para volverlo a leer en unos años.
¿Qué canción o qué grupo sonaría siempre?
Cualquiera de Noah Kahan. Aunque este cantante indie de Vermont se dio a conocer en TikTok, yo lo descubrí allá por 2017. Me gusta especialmente Young Blood.
Como playlist, dejaría sonando Home Alone en YouTube. Es música melódica, sin letra, y me acompaña cuando escribo.
Un hotel con espíritu cabañil o una cabaña a la que harías una escapada sin dudarlo.
Hay muchos hoteles con espíritu cabañil a los que me gustaría ir. Lo veo en las recomendaciones de influencers, en publicaciones de Instagram o en imágenes dignas de portadas de revistas. Aun así, me decanto por recomendar un lugar al que ya he ido y que entraba dentro de mi presupuesto: Dolcet, en Alàs, un pueblo de Cataluña.
No es una cabaña, pero se siente como tal. Ese día cenamos en el restaurante de enfrente, regentado por los dueños del hotel y probablemente el único sitio donde comer en Alàs. Fue un menú casero, abundante y riquísimo. El desayuno también me recordaba a uno que podría tomar en una cabaña: pan con tomate, fuet y cerezas.
Norfolk es una de mis zonas favoritas del Reino Unido, sus bosques, sus cabañas, siempre como una de esas novelas victorianas de amor al countryside. Esta cabaña flotante, junto al río Thurne, fue construida en 1930 y está actualmente a la venta, con una licitación sobre ella de 61 años por menos de 300.000 libras.
Está revestida de cedro y en sus 60 metros cuadrados cuenta con un espacio abierto al río y dos dormitorios, con un pequeño porche y un jardín. Está registrada como casa de vacaciones, por lo que solo se puede utilizar durante varias semanas al año. Pero ya me dirás, por un poco menos de lo que me cuesta un piso ahora en Málaga (o Madrid), tengo una cabaña para descansar cuando quiera en el corazón de Norfolk.
¡Qué bien la vuelta del cuestionario!
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