El cuestionario cabañil: Ana Ribera
Ana tiene su Cicely particular para desconectar de la ciudad. Su cabaña es de esas en el bosque con chimenea, libros y, por supuesto, una lista de podcasts listos para escuchar.
Ana es una enciclopedia de podcasts, ¿tal vez de las personas que más saben de audio en España? Seguramente. La puedes leer cada jueves en Sonograma de El País. Aparte, es una de las cabezas pensantes detrás de la maquinaria de Prisa Audio como editora jefa. Pero no solo eso, desde 2008, Cosas que (me) pasan —ahora convertido en newsletter—, es su diario más personal, desde donde recomienda audio, libros y saca de vez en cuando su vena más hater en los eventos del año (ay, esos vestidos de los Oscar).
Ella me descubrió As the season turns (que salió hace unas cuantas ediciones), un podcast donde mensualmente se describe, a modo de guía, qué sucede en la naturaleza, el paisaje, la agricultura, el espacio en ese mes. Pero con Ana, sobre todo, hablo de cabañas, desde que nos conocemos. Nuestra obsesión compartida. Tenemos esa idea platónica —un poco loca— de arreglar una casona o un refugio que se caiga a cachos y hacer nuestra cabaña particular. Tiene su propio Cicely en las montañas (que me da algo de envidia), donde desconectar de la ciudad.
¿Tu cabaña perfecta estaría en la montaña o en el mar? ¿Por qué?
Montaña. Siempre que leo tu cuestionario cabañil me sorprende que la gente quiera una cabaña en el bosque, pero cerca del mar. A mí el mar me da igual, me es indiferente. Cuando voy o lo veo me encanta, pero no lo echo de menos nunca. La montaña, sin embargo, es mi continuo anhelo, estar en las montañas, verlas, recorrerlas, últimamente hasta treparlas (con moderación eso sí, nada de convertirme en una motivada del montañismo)… así que mi cabaña perfecta está en las montañas sin dudarlo. En un valle alpino con árboles perennes y caducos que en verano mantiene una temperatura que te permite bañarte en el río, el lago o el ibón, pero dormir por las noches tapado y llevar jersey mientras cenas. Y en invierno nieva, nieva y nieva y todo se queda silencioso. Me gusta el viento, la lluvia, el frío y la niebla así que quiero el invierno fully equiped.
¿Cómo sería?
Pues sencilla, no nórdica al estilo paredes vacías y todo espacioso. Me rebelo bastante contra el estilo open concept y los grandes ventanales me gustan con moderación. Necesito una pared contra la que colocar un sofá, sentirme protegida, a salvo. Quiero una cocina lo suficientemente amplia como para tener una mesa para comer, pero no la quiero comunicada con el salón. Y quiero chimenea, claro. Como usuaria habitual de chimeneas sé que las más chulas son las abiertas aunque también son las menos eficientes, así que una buena chimenea con cristal que caliente y que me permita ver el fuego. Muchas estanterías, por supuesto.
Mi cabaña ideal nunca sería como esas impolutas y diáfanas, se parecería más a la de Maggie en Doctor en Alaska. Me llevaría mis baúles de madera, algunos heredados y otros comprados, una vitrina antigua y una estantería que me construyó mi hermano.
¿Cuál es ese momento en el que desconectas del día y que es más ‘cabaña’ para ti?
En cuanto entro por la puerta de mi casa, cierro la puerta y dejo atrás el mundo. No vivo en una cabaña, pero la sensación de estar a salvo en casa es mi momento más cabaña. Enciendo las luces de ambiente, me cambio de ropa y si me pongo un té y encima me puedo tumbar a leer ya es perfecto. Pero si me pongo a cocinar mientras escucho podcasts también es cabaña. A mí me encanta estar en mi casa. Muchos días, cuando salgo de trabajar en plena Gran Vía y la calle está llena pienso ¿a toda esta gente no le gusta estar en casa?
¿Qué no podría faltar nunca en tu cabaña?
Chimenea, libros, una carretera que me comunique con un lugar donde hacer la compra, vino, té, plumas y tinteros, cuadernos, una buena ducha e, importantísimo, unas buenas lamparitas de noche para leer en la cama a gusto. Ah, y una almohada cervical, desde que las uso he dejado de tener contracturas de cuello. Ah sí, un reloj de pared, me encantan y nunca miro la hora en el móvil si estoy en casa.
Un libro para leer por las tardes en el porche.
Invierno de Rick Bass es mi libro de más invierno, lo releo cada diciembre desde que lo encontré en Powells en Portland, en el viaje de mi vida. También Cannery row de John Steinbeck una novela maravillosa llena de personajes entrañables en las calles de Cannery Row en los años 20.
¿Qué canción o qué grupo sonaría siempre?
No soy muy musical, la verdad. Es otra cosa que no echo de menos casi nunca. No es que no me guste, pero no tengo especial oído para la música. En cualquier caso siempre asocio el invierno con el poema sinfónico Finlandia de Sibelius.
Es una música que me transporta siempre a la naturaleza: cielos grises, aires de tormenta, el viento cuando empieza a soplar y luego la calma, el frío. Cuando llega el movimiento que recuerda la llegada de los gansos siempre lloro. Bueno, lo que seguro que escucharía sería tu Lista de la cabaña de Spotify que me pongo siempre, desde que la descubrí, para escribir.
Un hotel cabañil o una cabaña a la que harías una escapada sin dudarlo.
Esto lo tengo clarísimo. En 2022 hice el viaje de mi vida, recorrí en autocaravana la mitad del estado de Washington. Estuvimos en varios parques naturales, entre ellos el Olympic National Park, en el extremo noroeste de Estados Unidos. Un lugar remoto, alejado de todo, en una península que tiene cumbres de 2500 metros desde las que ves el mar, tiene bosques húmedos con árboles de mil años y playas increíbles. Una tarde llegamos a Lake Crescent, en mitad de la península de Olympia, en medio de bosques densos con árboles gigantes. Ahí está el Lake Crescent Lodge, un hotel construido en 1915 por Avery y Julia Singer.
No puedo explicarte lo remoto que es aquel lugar y no sé muy bien cómo se les ocurrió construir un hotel en el que ofrecían restaurante y salones en el piso de abajo y las habitaciones arriba. El salón comedor se puede visitar ahora, yo estuve, y puedes cenar o tomarte una copa enfrente de la chimenea gigantesca. Hasta 1922 los viajeros llegaban en ferry porque no había otra manera de llegar, después de eso se construyó una carretera y fue un poco más fácil. Había también un embarcadero, que sigue allí, y un jardín, espacio para tiendas de cabaña y cabañitas que ahora también se alquilan.
En 1930 lo vendieron y pasó a otro matrimonio, los Bovee, que lo pasaron fatal cuando llegó la Gran Depresión. Con este motivo, por la crisis, Franklin Delano Roosevelt viajó por todo el estado porque allí se había mandado a brigadas de hombres solteros para que construyeran infraestructuras en todas esas zonas salvajes a cambio de un sueldo del estado. El presidente durmió en ese hotel una noche en 1937. El hotel tiene todo el encanto de los edificios antiguos, de algo que lleva allí 100 años, en una orilla que está prácticamente igual porque cuando se declaró toda la península parque nacional se paró cualquier especulación urbanística o de destrucción de los bosques. Tiene un porche maravilloso para sentarse a leer o mirar. En la orilla hay sillones Adirondacks para simplemente contemplar el agua que es completamente transparente. Alrededor del lago solo hay montañas y bosques.
Quiero volver.
Cierra los ojos y piensa que eres millonario. Pero de los de verdad. Hoy la cabaña en venta es una de esas con las que solo podemos soñar, porque sus 4,6 millones de dólares se escapan al bolsillo de la mayoría de los mortales.
Esta casita escondida entre las rocas se construyó en 1979 y es una de las obras icónicas de Barry Downs, uno de los arquitectos más importantes de Canadá. era su residencia personal que unía la modernidad norteamericana con la sostenibilidad y la armonía en la naturaleza. Cedro y cristal son los materiales claves para una casa que se esconde entre las piedras y que disfruta de unas vistas únicas.
Una fantasía para soñar dormido, y despierto.
Estupenda la extrevista a Ana Ribera, me siento absolutamente identificada por su estilo de cabaña, con paredes, ya existen los porches para las transparencias y su gusto por lo casero: lecturas, sofa, infusiones... solo echaría en falta la luz si predominaran las nubes. Gracias
❤❤