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Un refugio con mucha herencia en Escocia que se integra con el paisaje. Una escapada llena de color a los bosques gallegos y mi guilty pleasure cabañil del otoño en Netflix.
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Esta semana, Arsénico Caviar, le ha dedicado al refugio un capítulo. Bea y Guillermo hablan de aquello que nos hace sentir a gusto, que es nuestro refugio metafórico (y físico). De las vecinas, de la comfort TV, de lo feo que a veces es el mundo fuera y lo abrazados que nos sentimos dentro de esos círculos.
Empezamos.
Sobre las ruinas de un antiguo refugio rural, el estudio BARD ha diseñado una pequeña cabaña de treinta metros cuadrados que mira al mar. Manteniendo la estructura existente de piedra, se crea la planta de la pequeña cabaña.
La propuesta del estudio de arquitectos respeta la historia y tradición de la edificación, interviniendo con cuidado donde las piedras han cedido. La esquina suroeste, donde el muro estaba más derrumbado, se convierte en una ventana al paisaje, reutilizando las propias piedras caídas para restaurar el perímetro. Así, conserva su esencia sencilla con tejado a dos aguas, pizarra y roca, actualizándose al siglo XXI.
El acceso se abre desde la parte trasera de las ruinas y en la planta abierta se encuentra la pequeña cocina y un baño con un gran ventanal triangular que deja entrar las espectaculares vistas en el interior. La luz natural es un elemento esencial. Una claraboya situada estratégicamente permite que los primeros rayos del día iluminen el interior, generando juegos de luz en la estancia.
Una cabaña de esas que a veces pasan desapercibidas, escondidas y que es un ejemplo de diseño sencillo que respeta la herencia y se integra en el paisaje, convirtiéndose en un homenaje a lo antiguo, a lo que permanece.
Imagina viajar a Galicia y encontrar en mitad del bosque unas cabañas de madera de colores donde desconectar de la ciudad. Muy cerquita de Santiago de Compostela, en Touro, Cabanas da Ulla ofrece una experiencia en la naturaleza serena, ecológica y sostenible. Algunas cuentan con jacuzzi y es un alojamiento pet friendly. Perfecta para ir en pareja, en familia o con amigos.
Puedes reservar en su web.
Jazz Keillor, Trail Pod (2024). Acrílico en papel.
Antes he comentado que la cabaña de esta semana estaba construida sobre los restos de un antiguo refugio. Este tipo de viviendas se llaman bothies.
Una bothy (singular de bothies) es una pequeña edificación a modo de refugio construida en piedra que generalmente está abierta para que cualquiera duerma en ella de manera gratuita. Son típicas de Escocia, Gales y el norte de Reino Unido. La Mountain Bothies Association las define como simple shelters in remote country for the use and benefit of all who love wild and lonely places (refugios sencillos en zonas remotas para el uso y beneficio de aquellos que aman la naturaleza y los lugares solitarios).
Son pequeñas construcciones con varios siglos de historia, pequeñas y rudimentarias, generalmente aisladas (a horas o días) a pie de cualquier pueblo cercano o carretera. No suelen tener electricidad ni agua corriente y están disponibles para cualquiera que pase junto a ellas.
Con la industrialización del siglo XX, muchos escoceses abandonaron el campo y se fueron a las ciudades, sobre todo a Glasgow. Esta migración aumentó tras la Segunda Guerra Mundial, cayendo en el abandono muchos cottages familiares. Fue en los años cincuenta cuando se produjo algo denominado como “la revolución proletaria del senderismo”, aquellos jóvenes de clase trabajadora se iban los fines de semana a las colinas y senderos (una versión scottish de nuestros domingueros). Y poco a poco, esa tradición de libre acceso al campo en las Highlands se transformó, en 2003, en una ley sobre el derecho a circular, donde los terratenientes empezaron a abrir esas cabañas al público.
Actualmente hay un centenar documentadas en el MBA que se pueden utilizar. Puedes leer más de esta historia en este interesante artículo y aquí.
Voy a hacer una confesión, tengo un pequeño guilty pleasure en Netflix desde hace unas semanas que se llama Virgin River (Un lugar para soñar). Cuenta la historia (muy dramática, obvio) de Mel, una enfermera que se va a un pequeño pueblo del interior de California para cambiar radicalmente de vida. Una vez ahí, “pasan cosas” (esas típicas de manual de rom-com). Bueno, pues resulta que lo que me tiene fascinadísima es el paisaje y, sobre todo, la casa de ella. Una cabaña de madera con una chimenea de piedra central que me obsesiona.
Y como la ficción es eso, ficción, toda la serie está grabada en Canadá y esta cabaña de madera no se encuentra en un bosque californiano sino en el Parque Murdo Frazer en Vancouver. Se construyó en 1950 y es la casa del cuidador del parque natural, pero se abre a rodajes (ha sido la cabaña de MacGyver allá por los ‘80, salió en The Flash y en Stargate).
Puedes leer más aquí.
Si no lees Temporada de Sudadera, no sé a qué esperas. En una de sus últimas cartitas, Laura habla de un fenómeno muy interesante respecto a la literatura japonesa y son esas “slow stories”, ficciones que son cabaña, que te hacen sentir confort. A mí me gusta especialmente la ficción nipona, porque está llena de detalles e historias de personas, de su relación con el espacio, las casas, la naturaleza y los antepasados. Son tranquilas de leer y perfectas para desconectar.
Y recomienda este librito llamado Mis días en la librería Morisaki, de Satoshi Yagisawa. Es la historia de Takako, un joven de veinticinco años que se adentra en el barrio de las librerías de Tokio donde su familia tiene una pequeña tienda de libros desde hace generaciones. Y ahí, en la relación con su tío, los libros y las historias, todo cambiará.
Edita Letras de plata.
Hola, veo la serie de Netflix por la cabaña , el bosque, ese río…q pena no haber tenido esa info dl rodaje antes d mi viaje a BC, la hubiera buscado😌.
Me ha encantado la cabaña de la serie, me la apunto ahora mismo junto con el libro japonés!
Refugios libres en Sierra Nevada tenemos unos cuantos, (imagino que en los Pirineos también habrá bastantes),es toda una experiencia dormir en ellos sin luz ni agua, solo con tus cacharros de trekking, y ver el amanecer a 3000 m de altura, que gozada! Si no lo has probado te lo recomiendo. Un abrazo!