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Una cabaña del escritor aislada en Canadá muy acogedora. Un fin de semana en una treehouse en Galicia. ¿Sabías que existe un festival de cabañas en el lago Annecy de Francia?
Hola, saludos desde lo más profundo del bosque.
Efectivamente, la semana pasada no hubo newsletter, algunos me escribisteis para ver si todo estaba correcto o era un error. Nada más lejos de la realidad, La vida pasa por encima muchas veces y no deja espacio ni al detox cabañil semanal. Pero ya de nuevo, pilas cargadas y con una buena dosis para el jueves. Ya somos más de 6200 lectores 🎉 y eso me hace muy feliz. No me canso de dar las GRACIAS siempre por leer esta cartita de amor a las cabañas cada jueves.
Empezamos.
Últimamente estoy leyendo mucho sobre la cabaña del escritor y sobre historias de pensadores, artistas y escritores que han construido la suya o se han ido a alguna para crear. Por eso me ha gustado tanto el proyecto de esta semana.
En una isla algo remota de la Columbia Británica (Canadá) a la que solo se puede acceder en barco o hidroavión, este refugio alejado del ruido urbano es la fantasía de cualquiera. Resulta, también, que es la vivienda de una escritora que le encargó a la arquitecta Laura Killiam diseñar un retiro donde descansar y escribir cuando lo necesitara.
La cabaña se encuentra al pie de una colina boscosa de abetos, cedros y arces con vistas espectaculares al mar de Salish. Recibe sol durante todo el día y su techo a dos aguas es un guiño a esa inspiración de las cabañas antiguas. Su superficie es de sesenta metros cuadrados con una planta abierta y zonas privadas separadas. Alrededor una enorme terraza que hace las veces de porche para disfrutar en verano y un camino que lleva a la playa, con una ducha exterior.
La fachada está revestida de tablas y listones de madera teñidos de gris y tejas de cedro en el tejado, integrándose por completo en color y materiales con el bosque colindante. En el interior, una gran viga de abeto Douglas preside el espacio junto al cedro rojo en las paredes y suelos de piedra. Una combinación de maderas 100% cabañil, si me preguntas y que crea un refugio cálido y muy acogedor.
La cabaña idílica para irte a escribir, descansar y disfrutar del silencio y el sonido de los pájaros o de la lluvia de otoño. Normal que la inspiración llegue en un sitio como este.
¿Te apetece dormir en una treehouse en mitad de un bosque en Galicia? ¿Y darte un baño al aire libre en su bañera nórdica? Esto lo puedes hacer en Cabanas da Chousas, en Lugo. Con un concepto respetuoso y sostenible sus cabañas en el árbol son de madera y tienes varias a elegir. Disfrutar del silencio del bosque es todo un lujo hoy en día, así que por qué no aprovecharlo en el corazón de los árboles gallegos.
Puedes reservar aquí.
Vincent van Gogh, Paint in the woods (1887). Óleo sobre lienzo.
El monte Athos, en Grecia, es famoso por albergar entre sus paredes a una de las comunidades de monjes ermitaños más antiguas de la historia. Casi 1800 años con presencia allí, donde sus habitantes llevan una vida muy aislada del resto del mundo. Aunque muchos de ellos viven en el monasterio, otros deciden encerrarse en celdas llamadas skete, donde viven anclados a la ladera de la montaña y completamente solos e incluso algunos de ellos hace décadas que no salen de sus paredes de madera y piedra.
Lo he leído aquí.
Desde hace casi diez años se celebra el Festival des Cabanes en el lago Annecy Francia. Las cabañas son el sueño infantil de todos los adultos y uno de los retos más interesantes de los arquitectos para estudiar y experimentar con nuevas formas de habitar.
Este festival va más allá de la arquitectura, cuestiona la relación del ser humano con la naturaleza y el paisaje. A través de diferentes proyectos se explora ese entorno con el espacio cerrado.
Este año, además, han contado con la colaboración de la Villa Medici de Roma donde se ha hecho una edición especial con dos proyectos cabañiles presentados.
Hasta el 1 de noviembre se pueden ver. Si no, tendrás que esperar al verano del año que viene para ver los nuevos proyectos o echar un ojo a los proyectos en Instagram, que son una belleza.
En otoño me gustan las lecturas lentas, esas que cuentan historias sin frenetismo y detallando el paisaje en el que suceden. Eso pasa un poco con Dorayaki de Durian Sukegawa, la historia de Sentaro, un chico que trabaja en una pastelería de dorayakis y que cuenta su relación de amistad con una anciana que prepara la pasta de azuki (judías rojas, por cierto, mi dorayaki favorito)
Supongo que como todas las historias japonesas tienen ese ir despacio con todo, esos enfoques en los cerezos, en las calles, en las historias tradicionales, en los paseos, en los cambios de color con las estaciones.
Una historia perfecta para estos meses de final de año.
Edita Chai Editora
Siempre que te leo pienso qué narices hago (hacemos) aquí metidos todos en el Madrid de los coches. Un placer, como siempre. Y ese cuadro de Van Gogh
precioso!